23 de mayo de 2015

Daisy Reed...

Hola a todos... estoy de regreso.

Desde hace algún tiempo, he venido diciendo que he tenido días, meses, años, complicados. en el sentido de que casi no tengo tiempo libre. Y el escaso tiempo libre que puedo rescatar cada día (una hora o dos máximo) lo utilizo en escribir mis novelas.

Por eso es que el blog ha estado tan abandonado. Sin embargo, me he propuesto escribir un post cada sábado, iniciando hoy.

Aunque este post solo es para notificar las nuevas decisiones que he tomado respecto a mi. Para iniciar, tengo nuevo nombre (No, no he ido al Registro Civil a modificarlo, se trata de que ahora uso el seudónimo Daisy Reed). Y las obras que ya habían sido publicadas, han sido modificadas.

Además para informar que el blog sufrirá algunas modificaciones. Además de servir para dar a conocer acontecimientos de mi oficio como escritora, subir algunos relatos, hacer algunas críticas a libros, también servirá para ayudar a aquellos que necesiten un "empujoncito" para animarse a escribir y publicar su obra.

Así que estén pendientes... el próximo sábado iniciaremos con: "Escribe tu Novela Romántica".

Como notarán, el articulo servirá para llevar a cabo y a buen termino una novela, que en mi caso, será de romántica. Pero seguro les servirá para cualquier género.

Hasta pronto.

DR.

20 de noviembre de 2014

Esa silla...

ESA SILLA TIENE DUEÑO.
Daisy Reed

Lo odié nada más mirarlo. ¿Cómo es que una persona tan atractiva podía ser tan desagradable? Ese hombre era un desperdicio.

Mi madre siempre había dicho que tuviera cuidado con quienes me caían mal, pues los polos opuestos suelen atraerse. Siempre me reí, jamás creí que pudiera resultar cierto.
Esta es la historia del amor de mi vida, un hombre increíble… pero que también es un dolor de muelas el condenado. Ni siquiera puedo creer que esté planteando el casarme con él.

Durante mucho tiempo me había resistido, siempre creí que eso era para mi madre o para otras esposas de alcohólicos. Pero ella insistía cada viernes en invitarme a las reuniones de apoyo para familiares de alcohólicos. A mi no me gustaba ir a esas reuniones. Y sigo pensando lo mismo. Pero después de casi un año de que mi madre me insistiera, accedí.

Así pues, llegué a la hora convenida al lugar indicado. Pero mi mamá aun no llegaba. Yo salí del trabajo sin ánimos de ir al lugar, pero como ya le había dado mi palabra a mamá tuve que “apechugar”*. Llegué sin saludar a nadie, no conocía a ninguna persona ahí presente, y me busqué la silla más lejana. Aquella que siempre está en un rincón olvidado y que suele ser utilizada por los alumnos más problemáticos, supongo que para que el profesor no se percate de las fechorías que ellos cometen.

Tenía alrededor de quince minutos de haberme instalada en la silla y la reunión aun no empezaba. Yo estaba sentada en el rincón sin conversar con nadie, mientras observaba como los demás asistentes platicaban, se abrazaban y bebían café.

Yo no suelo beber café, porque contrario a lo que le sucede a las demás personas, a mí el café me da somnolencia. Pero no podía seguir moviéndome como gusano sobre la silla. Así que al final opté por ir por un café y unas cuantas galletas, ya que de todas maneras, ya habían pasado más de cinco horas desde que había almorzado a medio día.

Yo venía con un vasito blanco con café y unas galletas en la mano, cuando lo vi. Y si, lo odié.

Resulta que el caballero agarró mi bolso que estaba sobre la silla que yo estaba ocupando, y la dejó caer al suelo como si de un costal de patatas se tratase. ¿Quién rayos se creía? Además, en el lugar había como cincuenta sillas más que estaban desocupadas ¿Por qué tenía que sentarse precisamente en la que yo había elegido?

Caminé directo a él, empuñando el vaso con café caliente como si  fuera un arma, furiosa, y dispuesta a pelear por esa silla, sin importarme que el caballero en cuestión debía medir como medio metro y pesar como cuarenta kilos más que yo.

 –  ¿Qué cree que hace? – pregunte molesta.

Y mi molestia se convirtió en ira cuando simplemente me vio, se rió y cruzó su pierna por encima de la rodilla.

 –  Me estoy poniendo cómodo ¿Qué no se nota?

Debió notar que enfurecí, porque rió abierta y socarronamente.

 –  Pues póngase cómodo en otra silla – dije casi gritando. Yo no quería perder la silla más apartada, en el lugar más escondido, donde seguramente pasaría desapercibida.

 –  ¿Y por qué habría de hacerlo? Esta es la que me gusta – me contestó fijando sus ojos negros sobre los míos.

 –  Pues porque esa ya estaba ocupada, es la mía.

 –  No señorita, cuando yo llegué la silla no estaba ocupada – rebatió él.

 –  ¿Cómo puede decir eso? Si lo vi quitando mi bolso de la silla.

 –  Un bolso no es una persona. No cuenta como ocupado.

 –  Es usted imposible. Quítese, me voy a sentar.

La sonrisa que cruzó su rostro me dejó a las claras lo que pensaba de mi último comentario.

 –  Pues no me voy a quitar. Si quiere sentarse, hágalo, pero no respondo.

Yo estaba indignada. No podía creer lo que estaba escuchando. Ese tipo era un… un…
Y además hacía que no pudiera pensar coherentemente.

Cuando el miró que yo tomaba mi bolso del suelo y me disponía a sentarme lo más alejada posible de él, me detuvo.

 –  Espere ¿es la primera vez que viene a estas reuniones? – quiso saber él, estuve a punto de no contestarle. 

Sentía mis mejillas arder de la furia.

 –  Sí – terminé por responder.

 –  ¡Ah! Eso lo explica.

 –  Explica ¿Qué?

 –  Explica que usted lo ignore.

 –   Que ignore ¿Qué? ¿Acaso usted está jugando conmigo? Ya diga lo que quiere decirme.

 –  Pues que usted ignore que esta silla tiene dueño.

 –  ¿Usted la compró? – pregunté ahora con sorna.

 –  No, pero tengo derecho de antigüedad. Llevó sentándome en ella por casi dos años, cualquiera se lo puede confirmar.

Yo lo miré sin creerlo, pero el café en mi mano ya estaba frio y el anfitrión de la reunión ya estaba por empezar a hablar, así que solo me giré dispuesta a marcharme. Fue el ruido chirriante de otra silla al ser jalada lo que me detuvo.

 –  Pero puede sentarse junto a mí, la compañía de una linda dama siempre es bien recibida – me dijo sonriendo sinceramente por primera vez.

Fue cuando lo entendí. Los polos opuestos realmente se atraen.



* Aceptar con desgana, desagrado o a la fuerza.